Son ya 19 los muertos por ahogamiento en España en lo que va de julio. Una cifra elevada para uno de los primeros meses del verano y que quizá podría paliarse con algunas medidas de prevención y avances tecnológicos. En los últimos años, la innovación en esta materia ha crecido a ritmos bárbaros, tal es así que en multitud de lugares se ha convertido ya en un complemento idóneo para los socorristas. En la prevención de ahogamiento, los avances de hoy en día pueden facilitar de manera determinante su labor.
Uno de los sistemas más sofisticados es el programa Poseidon, desarrollado por la empresa francesa Visión IQ. Esta tecnología analiza constantemente la actividad en la piscina, capturándo el movimiento con una red de cámaras situadas encima y debajo del nivel del agua. En tan sólo diez segundos, mediante un mensáfono y un puesto de control, el dispositivo alerta a los socorristas cuando un nadador está inmóvil o sufre algún problema bajo la superficie del agua. Cuando esto sucede, en el puesto de supervisión aparecen imágenes en tiempo real que permiten al socorrista actuar en los primeros treinta segundos, los más críticos. Poseidon no es un sistema extendido en España y el precio de su instalación esta muy relacionado con su ausencia.
Otro de los avances en prevención de ahogamiento es el sistema Happy-bath, cuyo inventor es el español Antonio Ibañez de Alba. Este dispositivo es quizá uno de los más sencillos. Antes de meterse en el agua el bañista debe colocarse un colgante que sirve de control para el receptor, en este caso el socorrista. El aparato está realizado con una membrana de presión y un emisor, que suelen usar en especial los niños y que reduce considerablemente las posibilidades de ahogamiento. Si el pequeño permanece a más de 50 centímetros de profundidad durante más de 10 o 15 segundos, el socorrista recibe una señal de alarma en el panel de control. Para añadir más seguridad, la piscina dispone de sensores en cada de una de sus esquinas para asegurar las coordenadas exactas al socorrista.
Una modalidad quizá algo más aparatosa del Happy-bath es el Safety Cap. Tiene tres elementos que componen el circuito desde la emisión de señales hasta el receptor. El bañista sólo tiene que ponerse el gorro, que lleva un pequeño arnés para emitir señales de radio posicionadas. Es así como la antena, alojada en el techo de la piscina, recibe la señal de todos los usuarios conectados al sistema Safety Cap, con una capacidad máxima de cien bañistas conectados. Los socorristas cuentan con un panel de control que monitoriza la actividad. El funcionamiento es simple. El dispositivo salta cuando el bañista se sumerge por más de 30 segundos. Los vigilantes reciben inmediatamente la señal de alarma.
No por evidente, el papel de los socorristas pierde su vital importancia. Este colectivo, que en verano tiene su máximo exponente, se está viendo mermado por la coyuntura económica. Muchos municipios tratan de minimizar gastos y los encargados de la vigilancia a pie de playa -o de piscina- son muchas veces los primeros en sentir los recortes en las fechas en que resultan más necesarios. Sin embargo, en su trabajo un descuido puede resultar fatal y, en materia de auxilio, cada segundo marca la diferencia entre evitar la muerte o sufrir daños irreversibles. Pocos, abrumados por el exceso de bañistas y, en la mayoría de los casos, sin los recursos tecnológicos que facilitarían su trabajo, tienen las manos atadas.
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